Los terroristas perfeccionan los ataques con estas naves no tripuladas; el Estado invierte en sistemas antidrones.
Los soldados del Batallón Especial Energético y Vial Nº 10 recibieron la orden de marchar por el monte al anochecer, para evitar ser detectados en una zona plagada de terroristas. Y así lo hicieron, suponiendo que la oscuridad confundiría a los campaneros en tierra, pero sin imaginar que los vigilaban desde el aire con tres drones equipados con cámaras infrarrojas y sensores de calor.
Entonces el manto de la noche actuó en contra, porque nadie vio venir a las máquinas antes de que soltaran sus letales granadas de mortero. Tres soldados profesionales muertos y ocho heridos fue el resultado de un bombardeo inédito, ocurrido el pasado 20 de julio en el municipio de El Carmen, Norte de Santander, y el cual fue ejecutado por el ELN.
Aunque los ataques con drones terroristas en Colombia comenzaron desde 2024, hasta ahora todos eran a plena luz del día, pues los operadores necesitaban ver a su blanco para lanzar los artefactos explosivos; sin embargo, el atentado de El Carmen es el primero documentado en la noche, y esto implica una sofisticación de la técnica que preocupa a las agencias de seguridad.
Fuentes de Inteligencia le explicaron a EL COLOMBIANO que un ataque de estas características implica el uso de aeronaves no tripuladas con mayor capacidad de carga, no solo para transportar las granadas, sino también los sistemas de cámaras térmicas e infrarrojas. “Para que un golpe así funcione, se necesita un piloto a distancia con muy buen entrenamiento nocturno y conocimiento del terreno”, reconoció uno de los agentes consultados.
Inteligencia Militar tenía información del uso de drones por parte de los terroristas para vigilancia aérea desde 2021, cuando le incautaron uno con cámara infrarroja a “Cabuyo”, el cabecilla de las disidencias del frente 36 de las Farc. Con ese aparato monitoreaba los movimientos de las tropas en el cañón de San Pablo, en el norte de Antioquia.
En 2023 se conocieron grabaciones de ensayos de las disidencias del Cauca, lanzando granadas desde drones como entrenamiento. Hoy lograron combinar los dos sistemas, lo que plantea grandes retos para la seguridad.
Uno de esos desafíos es la facilidad con la que se adquieren en el mercado abierto estos aparatos. Un dron comercial con cámaras térmicas se ofrece por $35 millones en las páginas web convencionales, y a estos les adaptan el mecanismo sujetador y las granadas artesanales analizando tutoriales de Youtube.
La matanza de El Carmen es el reflejo de una nueva realidad del conflicto armado en nuestro país, en la que las Fuerzas Militares y los civiles ya no solo tienen que preocuparse por los campos minados, los carrobombas o las rampas para lanzar cilindros de gas llenos de explosivos, sino de ataques aéreos cada vez más letales.
El general (r) Guillermo León, excomandante de la Fuerza Aérea y actual presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares (Acore), comentó que en los últimos dos años han muerto ocho miembros de la Fuerza Pública y 93 han quedado heridos por atentados con esos aparatos; la muerte también alcanzó a dos civiles y 34 más sufrieron lesiones.
“Estos ataques han expuesto la falta de regulación específica y generado nuevos desafíos humanitarios, pues esos grupos armados están aplicando tácticas de guerra asimétrica que no distingue entre militares y civiles”, dijo.
Y agregó que “el conflicto ha entrado en una fase en la que la superioridad aérea ya no es exclusiva del Estado, lo que debilita su capacidad de control territorial y aumenta la inseguridad para la población”.
Evan Ellis, investigador de Estudios Latinoamericanos del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU., señaló que “la Policía y las Fuerzas Militares colombianas ya no pueden contar con que sus movimientos en el terreno son secretos, han perdido una ventaja importante de sorpresa y maniobra. Ahora deben ajustar su doctrina para operar de forma diferente”.
La respuesta del Estado colombiano a los drones terroristas
El Estado no se ha quedado atrás y las inversiones para ponerse a la delantera van a incrementarse. “Los drones llegaron para quedarse y aquí tenemos que desarrollar una capacidad muy fuerte de anti-drones, pero también de emplearlos en medidas de ataque”, declaró esta semana el ministro de Defensa, general (r) Pedro Sánchez, en Tocancipá, Cundinamarca, durante una reunión estratégica del Grupo Social y Empresarial de la Defensa (GSED), el cual agremia a 19 compañías del sector.
Entre ellas, una de la responsable del desarrollo de los drones es la Corporación de la Industria Aeronáutica Colombiana (CIAC), que desde 2021 ha fabricado tres modelos con manufactura 100% nacional.
El primero fue Quimbaya, con funciones de vigilancia, búsqueda, reconocimiento y apoyo de operaciones militares; el segundo, Coelum, que a las funciones anteriores le agregó sistemas para el monitoreo de volcanes y alertas hidrográficas.
El último fue presentado este mes: el Dron de Reconocimiento y Ataque Guiado para Operaciones Militares (DRAGOM), que como su nombre lo dice, tiene la misión de atacar objetivos y capacidad para lanzar explosivos con alta precisión.